jueves, 11 de marzo de 2010

The lecture

            Incluso cuando respiras, has de tener el espíritu vivo. No hace falta siquiera tener los ojos abiertos, ni tocar o escuchar nada. Respirar, y sentir como el aire te quema; como todo tu alrededor se ha vuelto tóxico y pareces estar dentro de una nube de humo. Eso es, ni más ni menos, el olor de la tragedia.
            No puedes evitarlo, y si cierras los ojos al verlo venir, no te pillará más lejos. No puedes levantarte y finjir que nada a pasado. Mirar en la habitación de al lado y esperar ver la cama desecha. Una madre, un padre, un hermano/a, un hijo, un abuelo. Tan sólo girar la cabeza y ver la luz encendida.
            Pero allí no hay nada. ¿Hemos de esperar venganza divina?¿Hemos de vengarnos nosotros? No van a volver y Dios no tiene nada que ver en todo esto.
            Nombre tras nombre han quemado en mis oídos como si yo misma hubiera detonado aquellos explosivos. "En algunas culturas se cree que mientras se sigan nombrando, esas personas seguirán vivas" Nunca lo olvidaré. Y aunque olvide sus nombres, nunca olvidaré los segundos que les dediqué a cada uno. Cada una de sus caras han pasado por mi mente y se han ido transformando.
            Culpable por vivir y no aprovecharlo por cada uno de aquellos que no pudieron. Por ello, este llamamiento a su memoria y a lo que significó aquel desastre. Lo que marcan algunas "lecturas universitarias".

Por aquellos que no tienen voz y que se sienten incapaces de escribirlo en un papel.
Por todos que reviven a esas personas cada día.

Pido el cumplimiento de los deberes y obligaciones individuales, a la par que reclamo los derechos humanos. Ser feliz, está en cada uno.










A (11M)

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